¿Culparán a Cameron por el desastre libio?

Azim Ibrahim, del Center for Global Policy, pone de manifiesto en este artículo para Al Arabiya la hipocresía de los que lanzan sus críticas contra la intervención occidental en Libia, sin la cual, afirma, la situación humanitaria sería hoy mucho peor.

(…) cuando Occidente decidió intervenir en Libia en 2011, las fuerzas de Gadafi iban contra Bengasi para intentar una masacre. ¿Es lo progresista y humanitario permanecer a un lado mientras los movimientos a favor de la democracia son aplastados brutalmente por dictadores de pacotilla? ¿Deberíamos habernos limitado a observar, como hicimos en Siria cuando Asad comenzó a utilizar armas químicas contra su propio pueblo?

El presidente Obama criticó a David Cameron por permitir que Libia se convirtiera en un “espectáculo de mierda”, y eso puede ser una crítica válida. Pero, en la misma medida, la Administración Obama puede ser acusada de haber permitido que Siria se convierta en un “espectáculo de mierda” por la manera en que rechazó intervenir decisivamente al inicio del conflicto, y ciertamente después de que se cruzara la “línea roja” de las armas químicas. La manera en que ha acabado Libia no es ciertamente buena. Y Gran Bretaña y Francia pueden ser legítimamente criticadas por perder interés en Libia después de la intervención inicial y permitir al país desembocar en la guerra civil en curso.

El cacareado aislamiento internacional del Estado judío se traduce en un extraordinario rendimiento económico fruto de su… apertura internacional, escriben Yitzhak Klein y Elisheva Barenbaum, del Kohelet Policy Forum.

Que Israel está haciendo esfuerzos para crear relaciones económicas más estrechas con nuevos socios es innegable. Pero crear tales oportunidades no es lo mismo que manipular las relaciones comerciales para reducir la exposición a socios comerciales potencialmente problemáticos mientras se aumenta el comercio con otros más próximos diplomáticamente. (…)

El comportamiento de la economía israelí durante la pasada década y media ha sido la historia de un éxito sólido, cuando no estelar, superando los registros de las economías más desarrolladas. Este éxito es uno de los patrimonios diplomáticos más valiosos de Israel: su economía es estable, creciente y muestra brillantes conquistas técnicas basadas en su ventaja comparativa: una fuerza laboral altamente formada e innovadora. Israel es un gran beneficiario de la apertura de la economía global y su comercio está determinado por la demanda interna y la producción, no por los beneficiarios del Gobierno, ya sea por motivos económicos o diplomáticos.

Las medidas de otros Gobiernos pueden, por supuesto, obligar a Israel a cambiar este patrón. De momento, sin embargo, la falta de influencia de la diplomacia israelí en sus tratos comerciales ha dado como consecuencia una contribución más sustancial, consistente y tranquila al éxito del país que cualquier foto diplomática oportunista.

En contra de los que presionan únicamente a Israel para volver a las negociaciones de paz, Jonathan Schanzer, de la Foundation for the Defense of Democracies, explica por qué es prioritario que los palestinos alcancen previamente un acuerdo de unidad.

Mahmud Abás, el líder de Fatah, lleva ya once años como presidente de la Autoridad Palestina, en un mandato que era para cuatro años. Rechaza nombrar un sucesor o un vicepresidente. Sorprendentemente, hasta el líder de la organización terrorista Estado Islámico, Abubaker al Bagdadi, tiene planes claros para la sucesión. En resumen, el avejentado líder ha consumido su vida política en la Margen Occidental. Sus rivales son reprimidos con brutalidad, la libertad de prensa se ha marchitado y las acusaciones de corrupción arrecian. El resultado es un Gobierno frágil y autocrático visto crecientemente como una herramienta para que Abás mantenga el poder en vez de para crear un Estado.

En el otro lado de la división palestina, las cosas no van mejor. El Gobierno de Hamás fue elegido primeramente como una alternativa a la corrupción de Fatah. Pero los líderes de Gaza controlan el territorio como un sindicato mafioso. El grupo islamista continúa preparándose para más conflictos con Israel en lugar de lidiar con los problemas económicos de la gente a la que gobierna. La ayuda humanitaria que llega al territorio, notoriamente sobrepoblado y pobre, es sustraída por Hamás.

(…)

En lugar de abordar estas deficiencias, la comunidad internacional sigue centrada en llevar a palestinos e israelíes de nuevo a la mesa de negociaciones. Aunque resulte admirable, el afán diplomático por [la solución de] dos Estados para dos pueblos es cada vez más difícil de sostener. Los palestinos ya tienen dos Estados. Por tanto, lo que se necesita primero es un plan para hacer frente al estancamiento político palestino, que ha empeorado tras más de una década de abandono internacional.

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Fuente: El Medio

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