Basta ya de financiar a terroristas

En su reciente encuentro en Washington, Donald Trump exigió a Mahmud Abás que la Autoridad Palestina deje de conceder abultados salarios a los terroristas palestinos presos en cárceles israelíes. Douglas Feith y Sander Gerber abogan por que el Congreso  estadounidense, a través de la denominada Taylor Force Act, deje de financiar a la entidad palestina si ésta no deja de recompensar a los criminales.

Abás y sus colegas de la Autoridad Palestina (AP) están decididos a perpetuar el conflicto con Israel. Sus intereses personales lo exigen. Si el conflicto finalizara, perderían la ayuda exterior, que hace posible su lucrativa corrupción. Dejarían de recibir invitaciones a la Casa Blanca y otras atenciones diplomáticas gratificantes. Dejarían de ser los líderes de una vieja y orgullosamente inflexible lucha nacional, y perderían su respeto y prestigio, especialmente en los mundos árabe y musulmán. Para ellos, la paz sería un infierno.

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De todo lo malo en la forma de operar de la AP, nada es más dañino que el aparato creado para presionar a la gente para que se convierta en terrorista. (…) la AP ha creado dos (¡dos!) ministerios específicamente para este fin, que sumaron un presupuesto conjunto superior a los 300 millones de dólares en 2016. (…) El importe de los pagos [a los terroristas] es proporcional al número de sus víctimas y la severidad de los daños infligidos. Esos pagos superan con creces la media del salario mensual de los trabajadores corrientes que viven en la Margen Occidental. Es nauseabundo y oneroso. Y se produce gracias a los dólares de la ayuda de EEUU, incluso cuando algunas de las víctimas de este terrorismo son, como Taylor Force, ciudadanos estadounidenses.

El general israelí retirado Guerson Hacohen recurre en este artículo a la peculiar manera de entender la realidad de los islamistas para explicar por qué nada va a cambiar en la organización terrorista palestina tras el nombramiento de Ismaíl Haniyeh como jefe de su Oficina Política, en sustitución de Jaled Meshal.

Bajo la lógica islámica, el razonamiento religioso implica una flexibilidad pragmática. En el islam, hacer concesiones por mor de las circunstancias es siempre meramente temporal, mientras se recargan pacientemente las energías para la siguiente fase. (…)

(…) Para nuestros propósitos, la aspiración islámica de Hamás no ha cambiado, como quedó de manifiesto en la declaración de que “Palestina es una resistencia continua hasta que se logren la libertad y el [derecho de] retorno”.

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Lo que tenemos aquí esencialmente es otro ejemplo de conducta basada en la fe por parte de un líder. Cuando el jefe político saliente de Hamás, Jaled Meshal, adoptó el plan de diez puntos de la Organización para la Liberación de Palestina tras la operación Pilar Defensivo, en 2012, aceptando ostensiblemente el principio de una solución de dos Estados, se trataba solo de un cumplimiento temporal; un paso hacia sus aspiraciones de un Estado sin más concesiones.

A la luz de dichas consideraciones, y dado que es heredero de Meshal, la designación de Ismaíl Haniyeh no cambiará nada.

The American Interest se hace eco de una encuesta realizada entre jóvenes de dieciséis países árabes que debería resultar altamente preocupante para Washington.

La encuesta registró un aumento de diecisiete puntos entre la juventud árabe que considera a EEUU un enemigo, mientras se ha duplicado el número de países en los que una mayoría  sostiene eso mismo. La antipatía a Donald Trump, ciertamente, parece ser un gran factor aquí: el 70% de los encuestados consideran que el presidente es antimusulmán.

Sería un error, no obstante, atribuir toda la culpa de estos malos resultados al presidente Trump. La influencia americana en el mundo árabe disminuyó acusadamente bajo el mandato de Barack Obama, mientras Rusia ha explotado el vacío para resurgir como una potencia creíble. De hecho, la impresión de que Rusia es un socio más fiable y menos voluble que EEUU parece explicar parcialmente esa tendencia. (…) Países con importantes aliados iraníes (como Irak o Yemen) son más proclives a apoyar a Rusia, mientras los jóvenes de países como Arabia Saudí y Qatar siguen teniendo una visión más favorable a EEUU.

A través de una combinación de fracasos estratégicos de Obama, demagogia antimusulmana de Trump y sabio oportunismo de Rusia, la nueva generación de jóvenes árabes está perdiendo la fe en Washington, mientras la estrella de Moscú sigue en ascenso.

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Fuente: El Medio

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