Asad no puede imponerse

Bashar al Asad parece creer que el curso de la guerra va a su favor, debido a las derrotas de los grupos islamistas rebeldes y al apoyo decidido que recibe de Moscú y Teherán. Sin embargo, Ari Heistein, del Institute for National Security Studies de Israel, cree que el dictador sirio no cuenta con todas las bazas para vencer y perpetuarse en el poder.

Debido a que el maltrecho y exhausto Ejército Árabe Sirio se ha expandido de manera tan débil, las fuerzas extranjeras y las milicias locales tienen una importancia desproporcionada en la guerra civil. La descentralización del control militar (…) ha acentuado los conflictos de interés entre los diferentes grupos pro régimen, que han desembocado incluso en choques entre esas fuerzas en el campo de batalla. (…) La intervención militar rusa e iraní ha estabilizado el régimen de Asad, pero no ha facilitado la conquista de franjas significativas de territorio (…)

En cuanto a gobernar a la población civil, ha habido crecientes voces descontentas incluso entre los alauíes, columna vertebral del régimen, como lo demuestran las protestas contra la corrupción y los fallos de seguridad, así como la desautorización del ‘establishment’ religioso al propio régimen de Asad. Desde el inicio de la guerra, los informes sobre la notoria corrupción entre los funcionarios del Gobierno se han hecho incluso más graves, mientras que la fuerte caída del valor de la moneda ha llevado a los empleados del Estado a complementar sus salarios con sobornos. (…)

[Incluso si Damasco no recupera más territorio], controlar una población hostil se presenta como una tarea imposible, considerando que muchas de las redes locales del régimen han sido destruidas. [En resumen, es una] fantasía que el régimen acosado, fragmentado y corrupto [de Asad] pueda reconquistar y mantener el control sobre muchas más partes de Siria.

La analista Raghida Dergham, del Council on Foreign Relations, explica en este artículo los retos a los que se enfrentará el sucesor de Ban Ki Moon al frente de la ONU en relación con el conflicto sirio.

No va a ser fácil para Antonio Guterres enfrentarse a los medios de comunicación, la opinión pública y los Estados miembros con una política débil o evitando los desafíos planteados por Siria. Tendrá que establecer posiciones firmes para navegar en las aguas turbulentas de la política internacional actual. No podrá atacar a Rusia por sus violaciones en Siria al comienzo de su mandato, pero tampoco está dispuesto a fingir que allí no ha pasado nada.

Por consiguiente, Guterres probablemente se centrará en la cuestión de los refugiados (…) antes que en los crímenes de guerra perpetrados por el régimen, Rusia, Irán, las milicias aliadas y grupos terroristas como el ISIS y el Frente al Nusra. Guterres se dedicará a la entrega de ayuda humanitaria, lo que exigirá un cese de las hostilidades. Buscará un nuevo inicio que podría adoptar la forma de designación de un nuevo enviado de la ONU en Siria en sustitución de Staffan de Mistura, o mantendrá a éste a condición de que cambie su actual enfoque, basado en reformar las relaciones entre EEUU y Rusia.

El régimen de Teherán tiene un protagonismo innegable en los acontecimientos más críticos que se están produciendo en Oriente Medio. Además, la capacidad militar iraní y su hipotético despegue económico podrían convertir a la República Islámica en una potencia aún más relevante. Sin embargo, el analista Naser al Tamimi sostiene que ese potencial de crecimiento no es suficiente para que Irán pueda considerarse la nueva China. Al Tamimi alude a varias razones, como las siguientes:

1.- Crecimiento económico: aunque la política de apertura al mundo exterior de China coincidió con la revolución iraní (1979), la diferencia en las tasas de crecimiento entre los dos países ha sido muy amplia. China ha conseguido alcanzar una media de crecimiento de casi el 10% entre 1980 y 2015, mientras la economía iraní creció sólo el 2,5% en el mismo periodo. Mirando al futuro, incluso con la ralentización de su economía, se espera que China registre tasas de crecimiento en el rango del 6% a medio plazo (2016-2021), comparado con el 4-4,5% de Irán. Curiosamente, en 1980 la economía china equivalía a alrededor de 3 veces el PIB iraní (en precios de mercado), pero la brecha ha crecido significativamente en 2015 hasta multiplicarse por más de 29. Los ingresos per cápita de Irán eran más de 8 veces superiores a los de China en 1980. El pasado año, la renta per cápita en China era el doble de la iraní, de acuerdo con los últimos datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). (…)

2.- Política exterior: desde 1970, los líderes chinos se dieron cuenta de que sin una mejora de las relaciones del país con sus vecinos y aliados occidentales sería difícil alcanzar altas cotas de crecimiento económico. La famosa estrategia (…) del líder chino Deng Xiaoping: “Mantenerse centrados en el crecimiento económico doméstico, acentuar la importancia de mantener un perfil bajo en el escenario mundial y no retar a los países occidentales”, dominó la política exterior china durante más de tres décadas. Irán ha evolucionado al contrario; o, como dijo una vez Henry Kissinger, Irán tiene que decidir “si es una nación o una causa”. Hasta entonces, la mayor parte del potencial iraní seguirá sin ser explotado.

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Fuente: El Medio

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