Al Fatah y Hamás se radicalizan

Grant Rumley, de la Foundation for Defense of Democracies, valora en este artículo la trascendencia de la llegada de dos nuevos dirigentes a la cúpula de ambas organizaciones palestinas. Yahia Sinwar en Hamás y Mahmud al Alul en Al Fatah constituyen, según Rumley, todo un giro hacia la línea dura en la política palestina.

El ascenso de Alul y Sinwar ha llegado en un momento potencialmente incendiario. Tanto Al Fatah como Hamás están en un territorio inexplorado gracias al ascenso de una nueva Administración en EEUU y las oscuras perspectivas para unas fructíferas negociaciones de paz. Abás está en una situación especialmente complicada. Su Gobierno, favorable a la diplomacia, se ha hecho aún más sensible a las críticas al proceso de paz de los miembros renuentes de Al Fatah y mandos de Hamás como Mahmud al Zahar, quien recientemente llamó “traidor” a Abás y lo acusó de “desperdiciar nuestro tiempo y ayudar a los israelíes a expandir sus asentamientos”. Sin un horizonte diplomático en la Margen Occidental o mejoras humanitarias en Gaza, Al Fatah y Hamás tienen poco que ofrecer a su gente. Sus miembros más violentos puede que empiecen a ofrecerle otras alternativas.

A pesar de su voluntad de mejorar las relaciones de EEUU con los países musulmanes, lo cierto es que Obama ha provocado un desastre sin precedentes que comenzó con su ya famoso primer discurso en El Cairo, en 2009. Robert Satloff, de la Hoover Institution, explica aquí lo que ha ido mal en este terreno y lo que puede hacerse para reparar los daños.

En su alocución, no al Parlamento, como hizo en Ottawa y Londres, sino en una reunión por invitación en la Universidad de El Cairo, el presidente de los EEUU no dedicó una sola palabra al presidente de Egipto. Ni una palabra de agradecimiento por su hospitalidad, ni una palabra de gratitud por el cumplimiento de un cuarto de siglo de paz con Israel, ni una palabra de aprecio por la fuerza de 36.000 hombres enviada por Egipto en ayuda de América en la guerra para liberar Kuwait dieciocho años atrás. De hecho, después de insistir en que las autoridades egipcias admitieran a una delegación de los Hermanos Musulmanes en el auditorio (…), el presidente se dirigió a los líderes de la élite gobernante para, como él mismo dijo, “erradicar años de desconfianza”.

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En los asuntos políticos regionales, [los dirigentes actuales de Egipto] a menudo hacen gala de un sorprendente buen sentido, mostrando agallas frente al chantaje saudí para que desplieguen tropas en la ciénaga yemení, adoptando medidas firmes para acabar con el flujo subterráneo de armamento a Gaza y poniendo en pie una asociación sin precedentes con Israel contra enemigos comunes. Con sangre fría y sin obcecarse con las excentricidades y ultrajes que uno puede encontrar en El Cairo (…), una Administración con un conjunto diferente de prioridades podría haber encontrado una manera de aprovechar las oportunidades reales presentadas por un Egipto liderado por Sisi. Esa clase de cooperación sin engaños (…) es lo que la Administración Trump puede encontrar en Egipto hoy día.

Una decisión de estas características –cuyos primeros pasos normativos ya han comenzado a darse en el Congreso estadounidense– supondría un escollo para la estrategia de la Casa Blanca en Oriente Medio, sostiene el analista Josh Rogin en las páginas del Washington Post.

Muchos en el Congreso quieren cancelar la ayuda estadounidense a los palestinos debido a los pagos realizados a los militantes que atacan a los israelíes. El presidente Trump tendrá pronto que decidir si enfrentarse a los palestinos por esa incitación al terrorismo es más urgente que labrar un camino hacia la paz.

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La Autoridad Palestina probablemente no va a responder a un corte de las ayudas cambiando sus políticas, dijo Maen Areikat, representante en Washington de la OLP [Organización para la Liberación de Palestina]. Su argumento es que los pagos representan el bienestar social de familias con bajos ingresos debido al conflicto.

“Ir contra los líderes palestinos no va a ser productivo, porque se necesita una Autoridad Palestina estable para avanzar en el proceso de paz si se quiere que tenga éxito”, añadió.

La Administración Trump se está dando cuenta lenta pero firmemente de que muchas de sus ideas de campaña, como trasladar la embajada estadounidense en Israel a Jerusalén, son más complicadas cuando se sopesan junto con la necesidad de llegar a un acuerdo, no solo con Israel y los palestinos, también con los vecinos árabes [de ambos] que son aliados cruciales de EEUU.

Para Trump, todo se reducirá a un asunto de prioridades frente a principios. Cortar toda la ayuda a los palestinos ahora no le ayudará a emprender lo que ha denominado “el acuerdo definitivo”.

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Fuente: El Medio

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